Hay tres categorías diferentes de esquemas que nos aportan una forma muy útil de describir y clasificar los comportamientos de los seres humanos en algo parecido a un sistema de rasgos, y esas categorías son:
La dimensión activo-pasivo, se refiere a si el sujeto toma la iniciativa para configurar los acontecimientos que le rodean o es reactivo a ellos. Así, hay sujetos activos, que serían aquellos resueltos y emprendedores para controlar las circunstancias de su entorno, y pasivos, que esperan que las cosas sigan su curso y presentan una apariencia de inactividad, carencia de ambición y persistencia, con actitud de resignación.
Cuando situamos a un sujeto en la dimensión placer-dolor nos referimos a si tiende hacia los acontecimientos que pueden suponerle un refuerzo positivo (placer), o lo que realiza son conductas de escape y evitación de los estímulos aversivos que refuerzan negativamente.
distinción sujeto-objeto. El sujeto puede obtener el refuerzo de sí mismo o de los otros, con cuatro posibilidades diferentes: Dependiente (alta necesidad de apoyo y atención, si se le priva de afecto y cuidado experimenta un acusado malestar, tristeza y ansiedad), independiente (confía en sí mismo, maximiza el placer y minimiza el dolor si depende más de sí mismo que de los otros), ambivalente (no está seguro de qué camino tomar, permanente conflicto sobre si depender de sí mismo o de los otros), o desvinculado (incapaz de experimentar recompensas procedentes ni de él mismo ni de los demás, oscilando entre aislamiento social y conductas de alienación).
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